Esta semana te fuiste apagando…el domingo despertaste con mucho dolor y sólo repetÃas que te dolÃa, dolÃa mucho. Era momento de empezar a subir la dosis y combinar medicamentos… comenzó el momento de sólo acurrucarte…
DormÃas todo el tiempo y a ratos te agitabas…te molestaban las colchas y destapabas constantemente… te encontrábamos descubierta en un invierno tan frÃo…
Mi hija uno de esos dÃas me dijo que creÃa que esta era una de sus semanas malas, y que ya pronto volverÃa a despertar, como lo habÃa hecho en las semanas anteriores. La miré, y con el dolor de mi alma, le expliqué que creÃa que eso ya no pasarÃa… sólo me miraste hija mÃa, y te fuiste a su habitación a tomarle la mano como todos los dÃas.
Los medicamentos no estaban haciendo el efecto esperado pues se seguÃa quejando de dolor. Las conversaciones con mi prima enfermera se hicieron más frecuentes. Ella fue chequeando de cerca su evolución. El dÃa martes me llamó para decirme que ahora lo importante era que no sintiera ningún dolor. Le comenté lo que estábamos haciendo y mi interés de poder seguir hablándole …y sus palabras me rompieron el corazón, me dijo: prima, ya no es ese tiempo…ella ya no podrá decirte nada más... durante esos dÃas perdà tu voz…
Esa tarde me encerré con ella en la pieza. Mientras ella respiraba lentamente, me senté a su lado con el computador y empecé a escribir lo que serÃa parte de todos estos relatos…necesitaba comenzar con ella a mi lado este viaje. Asà también, muy suave le dije al oÃdo que mi hermana ya pronto tendrÃa que irse, pues ya estaba por cumplir el mes de permiso en mi casa. Se lo dije porque me asustaba quedarme sola…necesitaba que mi hermana estuviese a mi lado para cuando se fuera.
El miércoles de esa semana en la visita del médico acordamos comenzar con morfina. Me apremiaba cumplirle la promesa de que no dejarÃa que sufriera por el dolor. Al darle los medicamentos sólo le pedÃamos que nos diera alguna señal de si iba sintiendo algún alivio…al principio balbuceaba un sÃ…más tarde, sólo tenÃamos que leer su cuerpo.
Ese mismo dÃa comenzamos los rezos, no para pedir un milagro, sino para pedir que ya pudiera descansar en paz. Yo cerraba los ojos y sólo me encontraba con mis contradicciones…te querÃa dejar ir porque ya habÃas hecho tanto, pero te querÃa mantener, porque aún no sabÃa cómo seguirÃa sin ti… La muerte está llena de esas contradicciones, entre aflojar y sostener…
En esos dÃas se fue sumando más gente a la oración…todos tus seres queridos y amores nos reunimos mágicamente para pedir por ti…las velas las dejábamos encendidas un par de horas.
El jueves tuvimos que volver a dar nuevas dosis, y con mi hermana nos preguntábamos que más te faltarÃa para lograr partir tranquila. Nos preguntábamos qué de todo, aún te retenÃa. HabÃamos estado constantemente sus hijos, nietos, hermana y sobrinas. Recibió también las llamadas de sus amigos/as y familiares más queridos y cercanos. Su amiga de la juventud estuvo constantemente presente. Mi padre habÃa venido cada semana a besarla por todos esos años que compartieron juntos…¿Qué faltaba madre mÃa?. Me comuniqué con mi tÃa para saber su opinión, ella como su hermana me podÃa dar alguna señal…
Y empecé a seguir el don de amar…le escribà al hombre de su juventud y le pedà que por favor se despidiera. Mi madre que sólo dormÃa, al escuchar su voz volvió a despertar y a llorar. La abracé mucho y fuerte, y sólo repetà que amores asà no mueren. Me apretaste por última vez la mano y desde ese momento no la vi llorar más… mi madre comenzó su viaje.
Por la tarde vino un sacerdote para darle la extrema unción… a esas alturas yo estaba dispuesta a hacer todo lo que dejara tranquilo a sus cercanos…ya nada podÃa hacer daño.
Se nos acortaba el tiempo y le dijimos a mis hijos que mejor se despidieran esa noche de su abuela…no sabÃamos si estarÃa a la mañana siguiente.
Y nos sumergimos en una noche muy larga. Nos quedamos tres mujeres en tu habitación cuidando tu partida. Me mantuve sentada cerca de tu cama, mirándote y sintiendo que ya no estabas ahÃ…sentÃa que sólo estaba tu cuerpo en sus últimos estertores.
Esa noche, fuimos tres mujeres silientes y pacientes, ayudándote en lo que creÃamos te podÃa aliviar. De tanto en tanto nos turnábamos para salir al patio. Me sentaba a fumar un cigarrillo y a sentir sólo el viento… ya no pensaba…sólo estaba arrojada.
Mientras se asomaba la madrugada, me comenzó a asustar que se acercaba rápidamente la hora en la que despertarÃan mis hijos…le dije al oÃdo a mi madre: está amaneciendo.
Nos sentÃamos muy cansadas, por lo que como a las 7 de la mañana decidimos comer algo e irnos a descansar unos momentos…pensamos que tenÃamos que seguir con fuerzas para lo que ocurriera en el dÃa.
Mi hermana se acostó en el sillón, Yeisis en su cama y yo me seguà dando unas vueltas…vueltas y vueltas. A las 8 de la mañana me asomé nuevamente a su habitación y vi que seguÃa ahÃ… los sonidos la delataban. Me tiré sobre la cama y me dormÃ…
A las 8: 43 de la mañana me despertó el silencio más ensordecedor…abrà los ojos de golpe y no escuché nada. Caminé muy lento hacia su habitación, con miles de palpitaciones y me quedé parada en su puerta…desde ahà descubrà tu ausencia. Fueron segundos eternos mientras decidÃa si acercarme o no. Caminé hacia ti…caminé sabiendo que tú ya caminabas a mi lado…las flores se fueron contigo.
.
Fue difÃcil escribir este último relato, no sólo porque refiere al momento en que mi madre emprende su partida, sino que también porque en y a través de ellos he plasmado esta historia, nuestra historia…en música, imágenes y letras.
QuerÃa comenzar temprano a escribir, pero me invadÃan miles de sentimientos que necesitaba decantar. Hablando con mi amigo de alma, -de esos que me fue regalando la vida-, me sugirió que partiera el relato con la imagen de un punto. Me quedé unas horas pensado en si usarÃa un punto seguido o aparte…decidà cerrar con un punto seguido…
Cierro con el punto seguido del ir viviendo y releyendo…es el punto seguido que separa y conecta… siempre conecta. Decido cerrar con un punto seguido, porque hoy se terminan estos relatos, pero siguen y vienen otros tantos…porque eso me enseñaste madre mÃa…a vivir.